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¿Ya aprobaste el examen?




La escuela de la vida.


Me gusta la analogía de ver la vida en la tierra como una escuela. Todos tenemos materias que nos encantan y por ende las pasamos con mejores calificaciones, pues las entendemos y nos esforzamos en estudiar y aprender.


Sin embargo, también existen las asignaturas que nos desagradan y se nos hacen más difíciles. Como resultado a veces sacamos malas notas.


En la preparatoria y universidad al terminar un semestre si tienes buenas calificaciones exentas. Esto es un aliciente, significa que no tienes que hacer examen final de esa asignatura pues ya la aprobaste. Pero si tus notas no son suficientemente buenas, hay que presentar el examen final. Si éste no alcanza la calificación mínima, debes enfrentar el test extemporáneo y si de plano repruebas, tendrás que repetir el semestre de esa materia.


En nuestras propias vidas hemos experimentado esta similitud, hay cosas que Dios nos ha mandado hacer (asignaturas) que no nos gustan. No queremos hacerlas porque nos desagradan o se nos hacen muy difíciles; sin embargo, la voluntad de Dios se debe cumplir, sea exentando en examen final, extemporáneo o repitiendo el semestre, pero no lo podemos eludir.


De nosotros depende cuán difíciles hacemos las cosas, como la cantidad de tiempo que nos queremos llevar en aprender a amar a nuestros maridos, reconciliarnos con nuestro hermano, reparar el corazón roto de un hijo, etc.


Dolorosamente hemos aprendido que además de que la asignatura es complicada y a veces dolorosa, con nuestra desobediencia y negligencia la empeoramos y nos toma más tiempo del que debería salir aprobados; pero Dios en su paciencia nos da muchas oportunidades para aprender.


La actitud ante la prueba es la que determinará en cierta manera su duración y dificultad. Cuando nos rebelamos y quejamos contra las pruebas, las circunstancias y Dios, nos boicoteamos. Somos como el niño pequeño que emberrinchado decide no comer para “castigar a sus padres”.


Dios llevó al pueblo de Israel por el desierto con el fin de adiestrarlos, entrenarlos para:


-Aprender a presentar ofrendas

-Aprender a congregarse

-Aprender a escuchar y sujetarse al liderazgo de Moisés.

-Aprender a convivir y a organizarse como el Pueblo de Dios

-Aprender a obedecer a Dios.


Dios no los sacó de Egipto para que hicieran lo que quisieran, sino para enseñarles quien era Él. La travesía duró 40 años en el desierto, y la mayoría no pasó la prueba. Solo Josué y Caleb entraron a la tierra prometida.


Hoy día, ya no quiero presentar tantos exámenes extemporáneos o repetir el semestre. ¡Qué Dios nos ayude a aprender de las pruebas con gozo y salir aprobados!


Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías.

Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos.

No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.

Nehemías 9:15-17

 

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