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Sin filtro


Vi una película llamada “Sin filtro”, la cual trata de una mujer que siempre es muy correcta y propia, ayuda a todo mundo, es buena gente, nunca pierde el control.  Un buen día va a una terapia; ahí le aconsejan que dejé salir lo que tiene reprimido. A partir de ese momento empieza a decir todo lo que se ha callado, pierde toda la compostura, y sin reparo comienza a actuar y hablar diciendo lo que piensa de los demás.


No es un buen ejemplo para seguir, y reconozco que me ha pasado alguna vez: he dicho cosas con enojo, amargura y reclamo. Además, he dicho frases como “así soy, ¿y qué?”, “no voy a cambiar”, “que acepten como soy”, etc.


Ese comportamiento no debe tener cabida en nuestra vida, pues, ante todo, somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Co 5:17). Justificar nuestros malos modos, crisis existenciales u hormonales, no nos da derecho a esparcir nuestra amargura. He herido a algunas personas muy queridas para mí, por no estar conectada con Dios y no actuar de manera prudente.


 Puedo justificarme diciendo que tenía una necesidad profunda de cariño y atenciones, sin embargo, es un grave error reclamar a los demás que cumplan mis exigencias, he lastimado a otros con mis palabras y buscando atención, lo único que obtuve fue más soledad.


Las expectativas que tengo de la gente son sólo eso: expectativas; nadie está obligado a amarme o a suplir mis necesidades emocionales.


Dios, con su amor infinito, es quien me levanta del piso y me recuerda que Él es el único capaz de suplir todos y cada uno de mis más profundos anhelos, que Él no cambia, está presente, me escucha, me entiende, me quiere.


Por otro lado, debo dejar de pensar que los demás me ofenden, las personas hacen cosas, esta en mí decidir si lo tomo personal, no necesariamente las hacen para afectarme, yo fui la que decidí que me afectaran sus acciones.


Dios es mi alto refugio, mi castillo, mi fortaleza. Gracias, amigos, por tener paciencia conmigo. Soy una persona en remodelación. Estoy en el aprendizaje de como son las relaciones humanas.


Como dice Filipenses 1:6 “…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.



Palabras de Elisabeth Elliot:

“Cuando veo a esa persona que me ofende, con ojos espirituales, veo en él a un instrumento de Dios para enseñarme, en lugar de verlo como un instrumento del diablo para atormentarme. Y veo algo más, veo a una persona a la que Dios ama y a quien Él quiere amar a través de mí”.

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