Sexo Santo.
- Tere Guerrero
- 22 nov 2023
- 3 Min. de lectura

Cuando escucho que “el sexo es un deber para la mujer”, pienso en las abuelitas de antaño que quizás no tenían mucha información. No obstante, hoy en día vemos un panorama mucho más amplio, y tenemos instrucciones directamente del Creador.
Tener relaciones sexuales con mi marido es lo más sublime y maravilloso en la vida, y no me refiero necesariamente al desempeño, técnica o duración estilo Hollywood, donde los protagonistas son atléticos, jóvenes y bellos; ¡nada que ver! Las cuestiones de salud, falta de tiempo, cansancio, exceso de trabajo, edad, deficiencias hormonales, etc. marcan otra realidad en el día a día, que a veces impiden una relación sexual de película; pero Dios va más profundo. La intimidad que me regala con otro ser humano y el hecho de que ahora soy uno solo con él, es el propósito del sexo.
La relación sexual es natural, al igual que comer, platicar, dormir, y es una necesidad del alma y del cuerpo. La conexión que tenemos con nuestro cónyuge llega a un ámbito espiritual y por increíble que esto parezca, Dios se goza y agrada en ello.
La Biblia nos dice que el sexo es santo, que Dios lo diseñó para nuestro deleite, y, más importante aún, que lo creó para alabanza de Su gloria. Aunado a esto, lo concibió para dar ejemplo a otros del amor que tiene Cristo a su esposa (que es la iglesia). La relación matrimonial existe para mostrar al mundo que Dios en Su inmenso amor envío a Su Hijo Jesucristo al mundo para salvarnos. ¡El matrimonio es un prototipo de ello!
El sexo es un regalo, una bendición, una conexión entre cada matrimonio y Dios, es la comunicación más profunda y sincera que podemos tener entre esposos, nos hace cómplices, amigos, amantes, nos hace jugar, reír, soñar, esmerarnos en dar lo mejor como mujeres y satisfacer las necesidades de nuestro amado, debe ser el acto de mayor entrega y servicio a él, donde vamos a amarlo sin reserva.
Si en esto hay un deber, que sea en estos sentidos:
-Mostrar a mis hijos, vecinos, familia, y sociedad en general que el matrimonio es heterosexual.
-Mostrar que sí se puede estar felizmente casada y que el concepto del divorcio no es una opción si deseo agradar a Dios.
-Mostrar que el único contexto en que “hacer el amor” es permitido por Dios es el marco santo del matrimonio, heterosexual y monógamo; cualquier otra situación no agrada a Dios.
-Instruir a mis hijos y personas más jóvenes que no escuchen las mentiras que circulan en la actualidad, como que el sexo es libre o que se puede experimentar con quien quiera y cuando quieran. Es vital enseñarles que la verdadera satisfacción se encuentra en formar una pareja y casarse dentro del formato correcto que el Diseñador divino creó.
Hoy en día vivimos en un mundo al revés. En ocasiones quienes estamos casadas no hallamos satisfacción y vemos el sexo como un sacrificio o una tarea más a realizar, y los solteros o casados insatisfechos buscan a diestra y siniestra a otras personas para experimentar el sexo de manera inmoral e irresponsable, cayendo algunos en perversiones, excesos y fatalidad. Estos ofenden a Dios con sus hechos, reprochando que Su diseño para la sexualidad no es adecuado.
¿Qué se puede hacer ante esto? Es nuestro deber, nuestra misión, modelar y ejemplificar a la sociedad este regalo que Dios le hizo al hombre y con diligencia instruir a la siguiente generación en los principios bíblicos.
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