top of page

Prosigo a la meta.

La carrera que tengo por delante.



Persona corriendo en carrera

Hace más de tres décadas decidí dedicar mi vida a mi Señor Jesucristo, entendí por primera vez lo que significaba ser salva del pecado, la vida eterna venidera y abrace las promesas que tengo por delante, las cuales he ido conociendo poco a poco con el pasar de los años.


La vida cristiana no es una carrera de velocidad de 100 metros, más bien es parecida a un maratón el cual se prolongará por todos los días que tenga por delante de este lado de la eternidad. Siendo sincera, no siempre estoy con las pilas al 100, a veces no tengo batería alguna, voy como por inercia y he sentido culpa de no llevar el ritmo “adecuado” todo el tiempo.


En ocasiones he pensado que me equivoque al dedicar mi vida a Jesús y haber renunciado a un trabajo remunerado fuera de casa, sin embargo, enfoco mis ojos en la meta (el premio del supremo llamamiento, que es Dios mismo) y puedo ver que cada acción que yo realizo para contribuir con el reino de Dios y para mi familia, será de mucho más importancia y relevancia que cualquier remuneración económica.  


Dios no espera de mí que sea la más rápida, ni la de mejor marca, o que gane el récord mundial o medalla olímpica, Él desea que yo disfrute el proceso, que tenga ánimo, esperanza, que anhele la meta, que lo ame a cada paso que voy avanzando.


Mi Señor dentro de este maratón me lleva de la mano, o va delante de mí para ayudarme a librar mis obstáculos y  seguramente en los momentos más difíciles me lleva cargando en sus brazos. Lo que Él desea de mí es que sea fiel y constante en la carrera, que no me desvié a derecha ni izquierda.


Su amor es lo que me ayuda a poner mis ojos en la meta, ¿Cuál es la meta? La vida eterna con Él. 


Así que, aunque a veces tengo incertidumbre, pereza, dudas, tentaciones y muchos obstáculos en esta jornada espiritual, fe y obediencia son los ingredientes que me ayudan a pensar en lo que lo que me espera del otro lado de esta vida, la gloria de Dios, me mantiene expectante y esperanzada para proseguir.


La Biblia nos dice en Filipenses 3:13-14


Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Comentarios


  • Facebook
bottom of page