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La meta no es la misma para todos.

Ejercicio en la edad madura.


Quizá tu historia se asemeje a esta:


De joven fuiste lo que comúnmente llaman “fitness”, hacías ejercicio y dieta de manera comprometida con tu salud. Pero con los años se te han sumado diversas complicaciones, quizás la fatiga crónica o alguna enfermedad, así que, cuando te das cuenta, pasas de ser una persona muy activa, a alguien que ajusta tiempos y ritmos para programar hasta algunos descansos. 


A veces no puedes lograr los objetivos que te propones, por diferentes factores: circunstancias adversas, problemática familiar, social, edad, enfermedad, economía o altas expectativas.


Si te sientes frustrado al no alcanzar una meta, debes aceptar que ha pasado el tiempo y no eres la misma persona que cuando tenías 20 años, que podía correr, saltar y bailar al mismo tiempo. ¡Mejor da gracias a Dios por lo que sí haces, la condición de salud que sí tienes! Hay personas que desearían estar como tú.


Algunos consejos:

-No estás en competencia con nadie, ni siquiera con tu versión del pasado.

-Acepta que hay personas con metas mucho más altas, por sus mejores circunstancias o posibilidades, pero gracias a Dios, no compites con ellas.

-Celebra y disfruta tus pequeños logros, aunque sean incipientes, son tuyos.

-Ajusta tus metas de manera realista y alcanzable a tus circunstancias.

-Disfruta, ama y valora el proceso de ejercitarte. Si integras a esta rutina la mentalidad de estar conectado con Dios, será mucho más ligera y placentera la disciplina.

-Agradece que cada día Dios te da la oportunidad de intentarlo de nuevo.

Es más importante el proceso, el hecho de llevar algún plan a cabo. Cuando un día no logres el objetivo, levántate al otro día con la ilusión y el compromiso de volver a intentarlo.  


Regular el peso, hacer ejercicio, deben ser acordes a tu edad, y circunstancias; lo mejor es tener expectativas realistas y celebrar los logros por muy modestos que sean.

Existe un peso ideal, la cantidad de ejercicio ideal, la salud ideal, pero debes reconocer que, en este mundo, llegar a los ideales es verdaderamente difícil y no siempre está en tus manos lograrlo.


La Biblia nos dice en Filipenses 3:13-14

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Constantemente debes recordar que tu prioridad y meta final en la vida es conocer más a Dios y glorificarlo, todo lo demás en tu día a día es proceso. Si hay algo que merece todo tu esfuerzo, energía, fuerzas, y que debes insistir en lograrlo mientras vivas en este cuerpo físico, es conocer y amar a Dios, cada segundo, cada minuto y cada hora, de cada día de tu vida.


Siéntete satisfecho contigo mismo con la rutina realizada, ya que la has puesto en manos de Dios, el comer de manera saludable y sobre todo poner tus ojos en el Salvador. Recuerda que estamos juntos apuntando hacia la misma meta, que es Jesús.

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