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La escalera de Dios es para abajo.


Juan el Bautista, el último de los profetas, no tuvo una vida cómoda y fácil. Dice la escritura que él andaba por el desierto preparando el camino para que Jesús iniciara su ministerio en la tierra; su vestimenta era de pieles de camellos y un cinto de cuero en sus lomos, comía langostas y miel silvestre.


Juan llamaba a los hombres al arrepentimiento y los bautizaba en agua, tenía un sermón difícil de escuchar, ya que los confrontaba con sus pecados.


Una de sus frases más recordadas es: “Es necesario que yo mengüe para que Jesús crezca.” También dijo: “No soy digno de desatar la correa del calzado del Señor Jesús”.


En un episodio en particular, Juan reprendió a Herodes el tetrarca por vivir con Herodías, la esposa de su hermano Felipe. Por haber confrontado a Herodes, Juan fue encarcelado. En su cumpleaños Herodes dio un gran festín y la hija de Herodías le solicitó caprichosamente la cabeza de Juan el Bautista en una charola, lo cual Herodes le concedió, dando fin a la vida del profeta.


Este es un brevísimo resumen de la vida de Juan; fue bastante difícil, ¿verdad?


La vida de Juan el Bautista me lleva a recordar que seguir a Jesús no es un paseo por Disneylandia; es una vida de sacrificios. Por otro lado, la sociedad nos dice que la escalera del éxito es para arriba, que debemos empoderarnos y creer en nosotros mismos, que tenemos todo para triunfar en nuestras manos y nos merecemos lo mejor, que si es necesario debemos pasar por encima de otros para lograr lo que deseamos, etc.  


La realidad es que, si seguimos a Jesús, la escalera es para abajo, en humillación, en dolor, en pruebas muchas veces de grueso calibre, en trabajo duro, disciplina, pues tenemos que dejar atrás al viejo hombre y sus bajos deseos.

 

“Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuere tiempo" 1 Pedro 5:6


Juan el Bautista fue humilde y reconoció que su ministerio de bautizar en agua era una introducción, una analogía al verdadero bautismo en el Espíritu que vendría con el Salvador.


Vivamos vidas centradas en Jesús, no en nosotros mismos.


Al final de los días de Juan, fue reconocido por Jesús como el último y más grande de los profetas. De esta sublime manera fue exaltado.  


Juan nunca supo la dimensión de su ministerio, ni las palabras que el Mesías pronuncio acerca de él.  Si hoy estamos en la escalera para abajo, no desesperemos, Él nos exaltará a su debido tiempo.

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