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¿Feminista, yo? Parte 2


Recientemente me invitaron a compartir una charla acerca del feminismo, con los jóvenes de mi iglesia.


El debate fue interesante. Hubo una intervención de una joven que todavía la tengo grabada en mi mente, ella opinó que las marchas son justas y necesarias para las mujeres que han sido violentadas de alguna manera o tienen alguien cercana que sufrió algún tipo de abuso, ya que necesitan identificarse, y de unirse alzando sus voces.


Si por ir a una marcha se pudieran resolver estas injusticias sociales, yo también participaría, pero la realidad es que rara vez estas marchas logran su objetivo.


Cuántos abusadores conoces que cambien su comportamiento por ver una marcha? Además, es muy común que se filtren otros intereses que caen en la inmoralidad.


Tristemente, aunque las intenciones puedan ser buenas, estos movimientos usualmente socavan todo lo que tiene que ver con Dios y la vida, como lo es una relación sana entre hombres y mujeres. Veladamente se busca que los hombres se conviertan en enemigos públicos de las mujeres y viceversa.


El concepto que este movimiento quiere que tengamos de ellos es una de dos:  


1.  Que los hombres son unos buenos para nada y que deben ser pisoteados.

2.  Que todo hombre es machista y se quiere aprovechar de nosotras y en consecuencia debemos estar en lucha constante contra ellos.


Ninguna de las dos posturas es correcta. ¿Realmente todos los hombres que conoces son así?


Pero esto no quita el problema. ¿Qué pasa con la violencia perpetrada por los hombres? La realidad es que tanto hombres como mujeres tenemos serios problemas con la violencia, inmoralidad, rebeldía etc; todo esto se llama pecado y directamente estamos ofendiendo a Dios.  


Si un hombre mata a una mujer no siempre se trata de un crimen por feminicidio, el problema viene de un corazón podrido, cosa que no es exclusiva de los hombres.


También existe multitud de casos en los que mujeres violentan a sus parejas o hijos.

No me malentiendas, estoy a favor de la igualdad en valor, importancia, equidad social, pero los métodos actuales “para buscar justicia” como tal no son la solución.


Por ejemplo, para el matrimonio Dios diseñó roles y funciones específicas para hombre y mujer. Cada día más matrimonios se rebelan a ese diseño y el resultado se ve en el alza desmedida en el número de divorcios en la sociedad.


A ti, mujer joven, te digo tienes razón en que te duela el corazón, a mí me duele mucho también, por la cantidad de violencia que vivimos, pero no lo veas de forma parcial.


Dice la Biblia que todos hemos pecado y estamos en enemistad con Dios. Hombres y mujeres tenemos que arrepentirnos de nuestra forma de pensar acerca de Dios, dejar de verlo como un Dios de bolsillo, o el Chuchito de arriba. Él es la única solución a la maldad que vemos en nuestra sociedad.


Así que, tu dolor por la injusticia y la maldad es válido, la pregunta ahora es: ¿cómo voy a responder a esto? El activismo puede ser bueno, pero no ataca la raíz del problema: un corazón con pecado. Cambia la violencia por la paz, acércate a Dios y pídele dirección para poder ver al sexo opuesto de la manera correcta, como una creación perfecta hecha a imagen y semejanza de Dios, pero que esa imagen ha sido corrompida por el pecado, al igual que tú imagen. Más odio no resolverá nada.


La respuesta esta en que busquemos cual es el diseño original que Dios dejó establecido en su palabra para hombres y mujeres, esa si es la única verdad confiable y solución real para combatir la violencia.


Empecemos en casa educando correctamente a nuestros hijos, eso si que vale la pena.

 

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