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Dios se revela en la naturaleza.


Cuando tengo oportunidad de salir de la ciudad, a un pueblo vecino o al campo, disfruto como nunca antes las puestas de sol, las noches estrelladas, los valles, los árboles, las flores silvestres, los animalitos del campo.


Parte de mi vida transcurre on line, a través de dispositivos electrónicos, aunque son una gran bendición y de enorme utilidad, me impiden ver de cerca la creación y aún a veces al Dios que la creó.


Nuestras vidas tan ajetreadas, llenas de dispositivos electrónicos creados por el hombre, pueden competir y muchas veces ganar toda nuestra atención al atender tantas redes sociales, la escuela e incluso el trabajo.  No olvidemos que Dios está muy por encima de todo ello, aún la materia prima con la cual trabajamos en avances tecnológicos, proviene de la majestuosa creación de Dios. 


Volteemos más frecuentemente al cielo, a ver una puesta de sol, maravillémonos con la perfección de una catarina, gocemos la nobleza de un perro, la elegancia de un gato; el cielo en una puesta de sol o al atardecer, posemos nuestros ojos en la creación y sobre todo adoremos al Dios que la formó.


 Debemos decir como el salmista:


Los cielos cuentan la gloria de Dios,

 Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

 Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría.

 No hay lenguaje, ni palabras,Ni es oída su voz.

 Por toda la tierra salió su voz,Y hasta el extremo del mundo sus palabras.En ellos puso tabernáculo para el sol;

 Y éste, como esposo que sale de su tálamo,Se alegra cual gigante para correr el camino.

 De un extremo de los cielos es su salida,Y su curso hasta el término de ellos;Y nada hay que se esconda de su calor.


Salmo 19:1-6

 

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