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Dios nos esconde en el día del mal.

Salmo 27:5: “Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal, me ocultará en lo reservado de su morada, sobre una roca me pondrá en lo alto”.


¿Has jugado a las escondidillas? Sé que sí, todos lo hicimos de niños. Estar escondido es emocionante, cuando tienes un buen escondite y sabes que los demás te buscan y no te encuentran. Tienes una sensación de victoria, de seguridad, te sientes superpoderoso.


Ya en la vida real no es tan sencillo; a veces queremos que la tierra nos trague, irnos a un lugar ilocalizable, por la cantidad de problemas, temores e inseguridades que tenemos. No encontramos seguridad ni tranquilidad en lugar alguno, y buscamos un refugio o alguien que nos proteja.


Lo más maravilloso que podemos experimentar es que nuestra vida está escondida en Cristo. En el evangelio de Mateo, el Señor Jesús se comparó con una gallina que desea juntar sus pollitos debajo de sus alas. ¡Dios nos ofrece un escondite eterno!


Dios nos esconderá en su tabernáculo en el día del mal, nuestro verdadero refugio no es nuestra casa, ni nuestra familia, es Dios, quien nos oculta en lo reservado de su morada.


Volvamos a gozar la confianza de la infancia, entregando nuestras vidas al total cuidado de Jesús, la Roca eterna de salvación.



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