Colaboradores en dar vida.
- Tere Guerrero
- 18 nov 2023
- 2 Min. de lectura
Somos colaboradores con Dios en dar vida.

En estos tiempos tan agitados, hay una cultura que con toda su filosofía parece que da culto a la muerte, el mensaje que da a las mujeres en edad reproductiva es que una nueva vida representa un mal, un estorbo, al no permitir que realicen sus objetivos, además les insinúa de muchas maneras que no hay esperanza; les susurra al oído que no hay ningún motivo para traer a un bebé al mundo, ya que éste es un lugar de calamidad, desastre, tristeza y sufrimiento; por lo tanto concluyen que no se deben traer más pequeños a esta tierra.
La vida es sagrada para Dios, pues Él es la fuente de vida. Dios tiene un control soberano durante el proceso natural de la concepción y reproducción. ¡Cuán maravillosamente somos formados en lo más profundo de las entrañas maternas! Tan escondidos al ojo humano como la parte más recóndita de la tierra, Dios registra todos nuestros días antes de nuestro nacimiento.
Dios es quien nos trae al mundo, ya que tiene grandiosos planes para cada uno de nosotros. Desde que nacemos estamos en sus brazos, desde nuestro alumbramiento, Dios es nuestro sustentador, debemos confiar en ello. Y durante toda nuestra vida continua su cuidado hacia nosotros.
¡Ánimo! tú que estas esperando un bebé. No dudes, ni tengas temor alguno al futuro, confía en las maravillosas promesas de Dios. Los tiempos siempre han sido difíciles, pero nuestra esperanza está en Él.
Si estás esperando un bebé, ¡Muchas felicidades! si dudas en buscarlo, no lo pienses más, el lugar seguro para tu hijo debe ser tu vientre, después tus brazos y el resto de su vida todo tu ser, como su madre. Recuerda que Dios siempre estará a tu lado para sostenerte a ti y a tu nueva criatura.
El cristianismo tiene “una esperanza viva”, que es Jesucristo, y nuestro mayor distintivo en este mundo debe ser nuestra fe inquebrantable en sus promesas, ya que son también para todos nuestros descendientes.
Sin embargo, me sacaste a salvo del vientre de mi madre y, desde que ella me amamantaba, me hiciste confiar en ti. Me arrojaron en tus brazos al nacer; desde mi nacimiento, tú has sido mi Dios.
Salmo 22:9-10
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